Ante cualquier situación traumática o impactante (accidente, pérdida, separación, abandono, abuso psicológico, emocional y/o físico, así como otras situaciones dolorosas, dificultosas o desbordantes) que acontece en nuestra vida, el sistema de solución se bloquea y la amígdala queda altamente activada, produciendo un gran dolor emocional.

Si estas situaciones no se procesan dan lugar a un manejo disfuncional de las emociones y a una sintomatología variada, como miedo, tristeza, angustia, ansiedad, frustración, dolor físico, baja autoestima, creencias negativas sobre uno mismo, los demás y el entorno.

Esto puede desembocar en algún trastorno del desarrollo, comportamiento y ánimo, como depresión, ansiedad, conductas adictivas, fobias, ataques de pánico, terrores nocturnos o insomnio, entre otros.